En el momento del baile los salones eran espacios infinitos ante los nervios de las adolescentes.
Antes de comenzar, esperaban sentadas y tapando su rostro con preciosos abanicos, admirando la luz de las majestuosas lámparas e impacientes por desempeñar lo aprendido en sus clases de vals o minué.
Era el momento de sentir la emoción del primer baile.